
En Galicia, como en otros muchos lugares del mundo, el 31 de Octubre se celebra «la noche más terrorífica del año». Conocida popularmente como Halloween. Aquí tenemos nuestra propia tradición celta con una historia muy bonita. Esta festividad recibe el nombre de Samaín.
En la tradición celta se creía que, durante esta noche, las puertas entre el mundo de los difuntos y el de los vivos estaban abiertas. Por lo que los difuntos, y otros seres, podían pasearse por las calles libremente. Durante la noche, las personas de las aldeas mantenían las puertas de sus casas cerradas para evitar que pudieran entrar seres indeseados durante la tranquilidad de la noche.
Lo bonito de esta tradición es que, si alguien era tan valiente como para atreverse a abrir la puerta, podría encontrarse con un hada, haciendo que la buena suerte cayese sobre esa casa durante un año. Pero, si se encontraba con un trasgo, era la mala suerte la que entraba.
Me imagino la cantidad de coraje que requería decidir abrir esa puerta.
Al final ser valiente no significa arriesgarse sin miedo si no que significa hacerlo a pesar del miedo. En esta tradición el precio a pagar era muy alto pero, por otro lado, el premio también lo era. Cada cual, seguramente, decidiría a qué se quería enfrentar. Algunos optarían por apostar a la suerte y otros, claro, preferirían dejar la puerta cerrada.
La ansiedad puede tener ese efecto en nosotros. Nos congela, no abrimos esa puerta, y dejamos que las dudas y el intento de adivinar las consecuencias de nuestras decisiones nos impida tomar acciones que, quizá, pudieran ser beneficiosas para nuestro futuro.
Como muchas leyendas y tradiciones Samaín parece que nos invita a reflexionar, a jugar e, incluso, a dejarnos llevar por el mundo de la fantasía al menos por una noche.
Y tú, en Samaín, ¿te atreves a abrir la puerta?