Empiezas a notar ese nudo en la garganta, los ojos se enrojecen, tu visión se vuelve borrosa, las lágrimas comienzan a acumularse en tu párpado inferior…¿qué haces? ¿te dejas llevar o aguantas por todos los medios no derramar ni una sola gota en pos de no parecer poco profesional?
Los terapeutas novatos solemos tener infinitas dudas acerca de cómo comportarnos durante una sesión de terapia. Nos han dicho en repetidas ocasiones que debemos mostrarnos cercanos y empáticos…en su justa medida. ¿Pero cuál es ‘la medida justa’? ¿Qué pasa cuando te emocionas con la historia de tu paciente?
Blume-Marcovici, Stolberg y Khademi en su trabajo ‘Do therapists cry in therapy?’ Trataron de dilucidar si los terapeutas solemos dejarnos llevar y qué efectos tiene este hecho para la terapia. Para ello estudiaron a un total de 684 psicoterapeutas norteamericanos, incluyendo terapeutas novatos y expertos.
Al contrario de lo que cabría esperar un 72% de los terapeutas admitió haber llorado alguna vez durante una sesión. ¿Y de este 72% la mayoría eran los novatos los que más habían llorado? No. La mayoría de ellos eran terapeutas expertos, probablemente correlacionado con lo cómodos que éstos se sienten realizando una sesión. ¿Y eran estos terapeutas llorones en su vida diaria? No, no encontraron una correlación entre este hecho y que los terapeutas fuesen más proclives al llanto en su vida fuera de la terapia.
¿Qué efecto habrá tenido esta apertura en sus pacientes? ¿Habrán salido pensando que su
terapeuta está peor que ellos? Pues, nuevamente al contrario de lo esperado, un 45’7% considera que cambió su relación terapéutica para mejor. Sólo un 1% considera que hizo daño al paciente y el resto consideró que no tuvo ningún efecto en su relación.
Vistos los resultados podemos recordar otra característica que nos han indicado en varias
asignaturas. Descrita como vital para la terapia y para formar una adecuada relación terapéutica: la autenticidad. Tratar de ser lo más naturales posibles en terapia y no tener miedo de ser uno mismo. Al fin y al cabo somos humanos y, nos guste o no, hay ciertas historias que nos van a llegar.
No se trata de llorar desconsoladamente y que el foco de atención pase del paciente a ti. O
peor que te acabe consolando. Simplemente naturalizar el hecho de derramar alguna que otra lágrima y perder el miedo a mostrar nuestras emociones delante de los pacientes. Lo más probable es que vuestra relación terapéutica no cambie e incluso tenéis muchas posibilidades de que esta mejore.
Para terminar os dejo una frase de Judith Wright que nos recuerda la universalidad y honestidad de las emociones.
“Los sentimientos y las emociones son el lenguaje universal que debe ser honrado.
Son la expresión auténtica de quiénes somos.”
Judith Wright.